Canícula anda por aquí y yo con estos pelos.

El caso es que tras meditar si debía o no compartir el descuido matinal de hoy con el resto del planeta tierra, he decidido que si, que os lo cuento.

Anoche el Hombre Omega tuvo su fiesta de cumpleaños y, como es él quien trae el pan a esta casa haciendo que funcione el país, yo limpié el hábitat.

El caso es que me levanté prontito porque los cincuenta y seis grados de temperatura en la puta capital son insufribles y así, en calzones y t-shirt y con la música a todo trapo comencé a limpiar el salón.

La ventana del salón de mi casa da un patio interior en el que suelo ver a mis vecinos a diario, no iba a ser menos hoy: Ahí estaba mi sonriente vecina dándome un cariñoso hello con las manos.

Después me fui a la cocina, que da al mismo patio, para fregar unos cuantos cientos de vasos y platos.

Allí también estaba mi vecina de enfrente sonriéndome y tal porque (pensaba) le hacía gracia, a sus sesenta años, ver a un joven rapaz tan apuesto como yo dándolo todo al rock´n roll a ritmo de escoba.

Bien, el caso es que al igual que en el salón, la saludé desde la ventana de mi cocina.

Ahora llega el desenlace.

Cuando terminé de fregar (bueno, medio fregar, había tantos jodidos cacharros...) descubrí, al secarme las manos, que cierta parte de mi anatomía estaba fuera de sitio.

Si.

No solo caí en el mayor de los ridículos tocando la guitarra con una fregona, no.

Estaba tocando la guitarra con una fregona y con la polla fuera.

Así es mi vida.

Saludos cordiales.