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Vaya bajón.
Con la ilusión de dos muchachicos pequeños nos fuimos Rantamplán y yo a la jornada de puertas abiertas del IMAX de Madrid dispuestos a vibrar con los dinosaurios... y hemos salido decepcionados (y a punto de vomitar)
Antes de meterme con la peli, que merece ser enterrada viva (estoy seguro de que las pelis pueden sentir, cuando vi las dos últimas entregas de Matrix podía escuchar a la cinta descojonarse de mí) me voy a meter con la sala.
Está muy descuidada, se cae a cachos y es muy triste.
Además, no deben tener ni un chelín porque no se pueden permitir proyectar Superman Returns.
Una vergüenza y una pena muy triste.
Más cositas.
Las gafas.
Son usadas. Además, antes de empezar la proyección te cuentan que no las robes, que la tienen que ESTERILIZAR para la próxima sesión.
Supongo que por eso estaban mojadas las mías.
Como deben de tener más pases y usos que la Bernarda, hay momentos en los que ves triple.
Con esto quiero decir que si vas al IMAX no te fumes unos petillas y te tomes unas Mahouns, saldrás perdiendo.
Y por último, la peli.
Pero si es de 1998!!!!!!!!!!!!
Con un pavo de Treinta y tantos (la serie, no la edad) haciendo el ridículo buscando a su hija en un museo.
Yo me esperaba ver un documental en 3D y me encontré con un telefilme que dura 45 minutos y se hace largo el muy cabrón.
El señor de Treinta y tantos encuentra un huevo de T-Rex (!), este se le cae a su hija en el museo (!), se rompe y sale un humo (!) que la deja más colocada que a mis ex-compañeros de Saigón el día del regreso, creyendo ver bichos vivos donde solo hay bichos de plástico y gente viva donde solo hay gente pintada.
Una brasa como la copa de un pino.
Un 0 con o sin gafas.