UN CUENTO PARA DORMIR DE PUTA MADRE

Había una vez una empresa pequeñita, que empezaba de cero y que tenía unas ganas locas de comerse el mundo.

Esa empresa tenía poco más de un año cuando un chaval alto y con un peinado parecido al de Cosmo Kramer entró a formar parte del plantel.

La empresa vendía unos papeles muy muy caros que servían para que los matrimonios de edades avanzadas y con doblones de oro bajo las almohadas entraran a unos recintos viejunos a ver unos números horteras interpretados por gentes horteras. Sobra decir que los dirigentes de este antro eran no solo los más horteras, eran los más infelices.

Y los más hijos de puta.

El caso es que Cosmo (vamos a llamar así a nuestro osado protagonista) entró sin hacer ruido para vender papeles de esos a matrimonios de aquellos.

Y claro, un día descubrieron que sabía de muchas cosas muy útiles para la empresa, así que un señor con perilla, tan de moda en el siglo XX (ver), se le acercó y le ofreció unas investigaciones muy entretenidas pero no remuneradas. Tenía, que espiar a ciertos enemigos voraces que se estaban haciendo más poderosos que ellos (ver)

Y Cosmo accedió seguro de que en poco tiempo su situación laboral mejoraría, que inocente. Lo que Cosmo no sabía era que aquella charla amistosa entre un diablo ejecutivo y él había levantado ampollas en la zona noble de la empresa y su vida comenzó a ser muy infeliz.

Ascensos peor pagados que cuando estaba abajo del todo, varios mareos y un maltrato emocional muy interesante formaron parte del día a día de Cosmo, que se gastaba al mes una cuarta parte de su salario en ir a trabajar (y comer de vez en cuando)

Hasta que Cosmo se cansó.

No contento con avisar con quince días de antelación decidió portarse esos días restantes igual que lo hicieron con él durante todo un año.

Esos quince días empiezan hoy...